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Día 8: Señor, ¡Hazme Tierra Fértil!

15 Días de Encuentros Sobrenaturales | Serie devocional gratis | por Jamie Rohrbaugh | DeSuPresencia.com

¡Bienvenido al Día 8 de nuestra serie devocional gratuita de 15 días de encuentros sobrenaturales!

Cada día de esta serie tiene tres partes: lee, saber que, y ora. Mientras avanzas a través de esta serie, ¡le he pedido a Dios que seas impactado poderosamente y que el Espíritu Santo te lleve a un nuevo nivel de intimidad con Jesús!

Lee:

Mateo 13: 1-23 (Reina Valera RVR1960):

Aquel día salió Jesús de la casa y se sentó junto al mar. Y se le juntó mucha gente; y entrando él en la barca, se sentó, y toda la gente estaba en la playa. Y les habló muchas cosas por parábolas, diciendo:

He aquí, el sembrador salió a sembrar. Y mientras sembraba, parte de la semilla cayó junto al camino; y vinieron las aves y la comieron. Parte cayó en pedregales, donde no había mucha tierra; y brotó pronto, porque no tenía profundidad de tierra; pero salido el sol, se quemó; y porque no tenía raíz, se secó. Y parte cayó entre espinos; y los espinos crecieron, y la ahogaron. Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno. El que tiene oídos para oír, oiga.

Entonces, acercándose los discípulos, le dijeron: ¿Por qué les hablas por parábolas? Él respondiendo, les dijo: “Porque a vosotros os es dado saber los misterios del reino de los cielos; mas a ellos no les es dado. Porque a cualquiera que tiene, se le dará, y tendrá más; pero al que no tiene, aun lo que tiene le será quitado.

Por eso les hablo por parábolas: porque viendo no ven, y oyendo no oyen, ni entienden. De manera que se cumple en ellos la profecía de Isaías, que dijo:

De oído oiréis, y no entenderéis;
Y viendo veréis, y no percibiréis.
Porque el corazón de este pueblo se ha engrosado,
Y con los oídos oyen pesadamente,
Y han cerrado sus ojos;
Para que no vean con los ojos,
Y oigan con los oídos,
Y con el corazón entiendan,
Y se conviertan,
Y yo los sane.

Pero bienaventurados vuestros ojos, porque ven; y vuestros oídos, porque oyen. Porque de cierto os digo, que muchos profetas y justos desearon ver lo que veis, y no lo vieron; y oír lo que oís, y no lo oyeron.

Oíd, pues, vosotros la parábola del sembrador: Cuando alguno oye la palabra del reino y no la entiende, viene el malo, y arrebata lo que fue sembrado en su corazón. Éste es el que fue sembrado junto al camino. Y el que fue sembrado en pedregales, éste es el que oye la palabra, y al momento la recibe con gozo; pero no tiene raíz en sí, sino que es de corta duración, pues al venir la aflicción o la persecución por causa de la palabra, luego tropieza.

El que fue sembrado entre espinos, éste es el que oye la palabra, pero el afán de este siglo y el engaño de las riquezas ahogan la palabra, y se hace infructuosa. Mas el que fue sembrado en buena tierra, éste es el que oye y entiende la palabra, y da fruto; y produce a ciento, a sesenta, y a treinta por uno.“”

¿Quieres ser moldeable y flexible en las manos del Señor? Si es así, reza esto hoy: “Señor, hazme buen suelo.”

Debes saber que:

Quiero dar buenos frutos para Jesús, pero hago desastres muy seguido. ¿Habrá alguien que se identifique con esto

Por ejemplo, el día que escribí este artículo, me enojé mucho con un mesero en un restaurante cuando éste se negó a realizar un ajuste en mi platillo, un ajuste que me han estado haciendo en ése restaurante desde hace ya muchos años.

Y entonces, el Espíritu Santo me trajo convicción,  ya que la ira del hombre no produce la justicia que Dios requiere. Así que tuve que disculparme con el mesero y con el administrador, con quien ya también había hablado sobre el problema. Yo estaba mal.

(Por cierto, no es que mi razón haya estado mal. Fue mi actitud la que estuvo totalmente equivocada, y nunca debí haber permitido que la ira se alojara en mi corazón).

Suspiro.

Después, me sentí realmente mal por ello, y me arreglé con Dios. Pero ciertamente hubiera sido mejor si durante esa situación yo me hubiera parecido a Cristo lo suficiente como para simplemente tomarlo todo con calma. Hay cosas por las que vale la pena enojarse, como el aborto, el asesinato y la injusticia… pero la negativa del restaurante a preparar mi comida no es una de esas cosas. Contristé al Espíritu Santo, de eso estoy segura.

Así que me arrepentí, lo pensé mucho y levanté la situación en oración, y lo único que me venía a la mente fue:

(Aparte de estar agradecido por el perdón de Dios, por supuesto)…

Necesito que Dios siga trabajando en mi corazón. Necesito que El me haga una tierra fértil  que dé buenos frutos

¿Te identificas?

Pero aún en esta lucha por dar buenos frutos, no podemos dejarnos enredar hoy.

No podemos ahora atorarnos o castigarnos a nosotros mismos por nuestras propias fallas. Si nos detenemos a eso, nunca vamos avanzar.

En vez de eso, debemos mantener nuestros ojos en Jesús, arrepentirnos, cambiar de opinión y también pedirle a Él que nos cambie. Después de todo, ÉL es el que quita el pecado del mundo. Él es el que incluso elimina nuestro deseo de pecar, así como todos nuestros impulsos carnales.

  • Cuando nos enojamos en el tráfico, y el Espíritu Santo nos trae convicción …
  • Cuando regañamos al mesero en el restaurante …
  • Cuando nos enojamos con nuestro cónyuge …

En realidad solo hay un curso de acción. Tenemos que arrepentirnos de inmediato, pedirle al Señor que cambie nuestro corazón,  arreglar las cosas bien con Él y con las personas a quienes les hicimos daño. Es únicamente cuando permitimos que Él nos eche un vistazo y nos supervise, que podemos mantener cuentas limpias con Él.

Aquí es donde entra el pasaje de las Escrituras de hoy.

Jesús enseñó a los discípulos que el estado de nuestro corazón determina la cantidad de fruto que podemos producir. Si tienes un corazón empedrado, no producirás fruto. El diablo se robará la semilla que el Señor siembre en ti.

Y por el otro lado, si estás dispuesto a escuchar la Palabra de Dios, entender y obedecer, tú producirás buenos frutos. Y de hecho no solo un poco de buen fruto; en realidad, puedes producir treinta, sesenta e incluso hasta cien veces más fruto de lo que se sembró.

Yo no sé tú, pero yo quiero ser esa buena tierra. Quiero producir buenos frutos, cien veces más de lo que fue sembrado en mí.

Y no quiero nunca que los esfuerzos que el Espíritu Santo hace en mí sean desperdiciados.

Quiero ser moldeable, humilde y flexible en Su mano. Quiero que Él fluya a través de mí sin ningún obstáculo. Quiero ser un súper conducto para Él, Su obra y Su gloria.

¿Tú no?

Necesitamos ser tierra fértil. Y, afortunadamente, el Espíritu Santo nos ayudará a convertirnos en buena tierra. Primero Juan 2:27 dice:

Pero la unción que has recibido de Él permanece en ti, y no necesitas que nadie te enseñe; pero como la misma unción te enseña acerca de todas las cosas, y es verdadera, y no es una mentira, y tal como te ha enseñado, permanecerás en Él.”

La única forma en que podemos llegar a ser una buena tierra es recibir la Palabra de Dios y pedirle a Él que nos ayude a entenderlo y obedecerlo. El Espíritu Santo es nuestro Maestro y nos ayudará si lo pedimos.

Ora:

“Padre Celestial, realmente quiero ser como Tú. Por favor cambia mi corazón y hazme un buen suelo. Quiero escuchar Tu Palabra, recibirla, entenderla y dar buenos frutos, Señor. ¡Quiero producir hasta cien veces más de lo que Tú sembraste en mí! Pero sé que no puedo hacerlo solo.

Así que Dios Padre, me someto a Ti ya Tu Santo Espíritu. Espíritu Santo, por favor dame un nuevo corazón y un nuevo espíritu. Hazme moldeable, humilde y flexible en Tus manos, y hazme como Jesús.

Gracias Padre. En el nombre de Jesús, amén.”

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